Eduardo Unda-Sanzana
Centro de Astronomía (CITEVA), Universidad de Antofagasta
Cerro Paranal es el sitio más oscuro de todo el planeta. Esto es avalado por un estudio reciente, del astrónomo Fabio Falchi, quien en 2023 comparó los sitios de mejor calidad astronómica del mundo, midiendo cuánto se ha incrementado artificialmente el nivel de brillo de su cielo por sobre su nivel de brillo natural. El lugar que obtiene el mejor resultado es cerro Paranal, seguido de cerca por cerro Armazones y por cerro Chajnantor. Los tres sitios más oscuros del mundo están en la Región de Antofagasta, y dos de ellos están prácticamente en el límite que separa las comunas de Antofagasta y Taltal. En Paranal la situación es tan extrema que escapa a toda norma: El nivel del brillo de cielo medido en este observatorio es muchas veces igual al nivel del brillo natural del cielo, lo que corresponde a la situación ideal. Es este muy bajo nivel de brillo del cielo lo que ha hecho posible que, con datos tomados en Paranal, un creciente desfile de premios Nobel hayan hecho avanzar la frontera del conocimiento humano sobre el Universo. Si perdemos Paranal, sencillamente no tenemos otro lugar igualmente oscuro, donde podamos lograr la misma calidad de datos astronómicos.
Entra en escena el proyecto INNA, de la empresa AES Andes. Éste consiste en un megaproyecto compuesto de una planta de hidrógeno verde, una de amoniaco, paneles fotovoltaicos, aerogeneradores, una desaladora, un puerto… Mientras hoy no existen proyectos industriales importantes operando a menos de 50 km de Paranal, AES Andes propone instalarse en un punto tan cercano al observatorio que, en su punto más próximo, las instalaciones de INNA quedarían a escasos 11 km de Paranal. Esto puede traer efectos catastróficos: ESO, el consorcio que opera el observatorio Paranal, ha modelado el impacto lumínico de INNA en base a la información pública que la empresa ha provisto, asumiendo condiciones ideales favorables a la empresa, y ha calculado que, incluso en tal caso, el brillo artificial del cielo sobre Paranal se incrementará en al menos un factor de 3. En condiciones reales es posible que ese factor sea mucho mayor. Para ilustrar la preocupación podemos comentar que hoy detectamos como halos luminosos de baja altura la luminosidad artificial producida por fuentes industriales a 150 km. En tal caso la principal protección que tenemos es la distancia entre las fuentes de contaminación y el observatorio. ¿Qué podemos esperar de un proyecto industrial que se instale a una distancia un orden de magnitud más cercana?
AES Andes tiene en sus manos solucionar este tema. En sus declaraciones públicas, la empresa ha dicho que “El proyecto INNA estará emplazado en uno de los polos de desarrollo de generación eléctrica que ha definido el Estado de Chile, donde está el área conocida como la Reserva Eólica de Taltal”. La realidad, al trazar los polígonos en un mapa, es bastante diferente. El polígono georeferenciado de la Reserva Eólica de Taltal se puede descargar desde el sitio web del Ministerio de Bienes Nacionales, y los polígonos de los Polos de Desarrollo de Generación Eléctrica se pueden descargar desde el sitio web del Ministerio de Energía. Cuando fueron definidos, estos polígonos fueron analizados por representantes de la comunidad astronómica y la opinión fue que eran adecuados para no generar interferencia con la operación de los observatorios astronómicos existentes. Si INNA se fuera a instalar en cualquiera de esos polígonos, todos ubicados a más de 50 km de Paranal, seguramente yo no estaría hoy escribiendo esta columna. De hecho, ESO ha pedido públicamente que el proyecto considere relocalizarse al menos a esa distancia. Detrás de esa petición vemos a la comunidad astronómica nacional e internacional en pleno alineada, ya que es una solicitud con base en evidencia científica, y guiada por la expectativa de no perder la posibilidad irreemplazable de obtener datos astronómicos de la calidad que hoy es posible lograr desde Paranal. A AES Andes le bastaría decidir localizarse donde en sus declaraciones de prensa han indicado que quieren hacerlo para solucionar este tema.
Desde la comunidad astronómica hemos hablado claramente: No estamos en contra del proyecto INNA. Creemos que es un proyecto que busca aportar a las políticas de Chile en temas energéticos, y que quiere llevar dinamismo económico al sector donde finalmente se instale. Sin embargo, un grave error sería construir nuestro futuro productivo con los escombros de la demolición de nuestro futuro científico. La astronomía es hoy en Chile un activo estratégico, sustentado en una relación cuidadosamente construida con los principales organismos científicos internacionales, y que ha permitido cultivar una comunidad científica que abarca a 24 universidades y más de 1000 personas, quienes tienen la expectativa de aprovechar el potencial excepcional que ofrece la operación de observatorios astronómicos de clase mundial en suelo chileno. La savia de esa relación ha sido que, a lo largo de las décadas, Chile ha mantenido la calidad excepcional de los cielos oscuros y tranquilos del desierto de Atacama, mientras la tendencia global era perder sitios que no lograron mantener su calidad astronómica original. ¿Queremos ser quienes, pudiendo ser líderes en energía y astronomía, cayeron en la trampa de pensar que había que escoger y que decidieron perder uno de estos liderazgos? Con un buen ordenamiento podemos tenerlo todo. Chile ha trabajado arduamente por más de 60 años en crear certezas para el desarrollo de la astronomía en el territorio nacional, y se merece disfrutar del resultado de ese largo, cuidadoso, y sostenido trabajo.